Introducción
En el mundo del análisis y reporting económico-financiero pocos indicadores vamos a encontrar más famosos y que generen más controversia en torno a su calidad y fiabilidad que el EBITDA. Este indicador mide el margen de un negocio independientemente de como se financia (intereses), su domicilio y gestión fiscales (impuestos) y su política de propiedad de los activos afectos al negocio (amortizaciones).
Al contrario de lo que se suele pensar, el EBITDA no es un indicador definido formalmente ni está reconocido por los GAAP (Generally Accepted Accounting Principles). A pesar de esto, su uso es casi universal en análisis financiero y de inversiones, lo que le convierte en un estándar implícito en el mundo empresarial. Esta falta de «oficialidad» es lo que hace que nos encontremos con ajustes y alguna variación en la forma de calcularlo.
Teniendo esto en cuenta, mucho antes que entrar a evaluar si se trata de un buen indicador o no, tenemos que entender bien lo que intenta representar, de manera que podamos interpretar su valor y sus variaciones correctamente. Partiendo de la base de que el EBITDA no es la caja generada por las operaciones, sino que se trata de un margen contable, vamos a analizar los componentes de este indicador y veremos qué lo separa de la caja real u operativa, para finalmente llegar al apartado 5 del Estado de Flujos de Efectivo del PGC: Los Flujos de efectivo de las actividades de explotación, identificando por el camino los 5 usos financieros que el EBITDA debe cumplir en la empresa.