Introducción
En este artículo vamos a tratar una de las cuestiones clave para diagnosticar la salud de una empresa: la rentabilidad. Este indicador, que como veremos más adelante puede hacer referencia a métricas totalmente distintas entre si, depende de forma considerable de las decisiones tomadas por los directivos de la organización.
Podríamos pensar que nos acercamos a la rentabilidad mediante la comparación interanual de los beneficios empresariales. Sin embargo, dicha comparación puede albergar actuaciones empresariales que distorsionen la calidad del resultado. Por ejemplo, si el incremento de las ventas proviene de una pobre negociación con los clientes, que ha dado como resultado una ampliación del periodo medio de cobro; o si está acompañado de una estrategia de enfoque conservador en las operaciones, con grandes incrementos en los saldos de existencias para evitar roturas de stock, ese aumento de ventas y de beneficios conllevará también un incremento indeseado de los activos en el balance (en este caso, de las necesidades operativas de fondos) y, por lo tanto, exigirá igualmente un aumento de los recursos para financiarlos. Del mismo modo, un incremento en la cifra de ventas conseguido mediante un aumento desproporcionado en los costes incurridos para obtener aquellas tampoco mejorará la rentabilidad.